La Arquitectura Hospitalaria en Buenos Aires: Un Reflejo de la Época
Buenos Aires, a fines del siglo XIX, era una ciudad en constante transformación. Su crecimiento demográfico y la influencia de las corrientes arquitectónicas europeas dejaron una huella imborrable en la construcción de sus edificios, incluyendo los hospitales. Estos nosocomios se caracterizaban por una serie de elementos que respondían tanto a las necesidades médicas de la época como a los ideales estéticos de la burguesía porteña.
Un nuevo paradigma en la salud
La arquitectura hospitalaria de aquel entonces se guiaba por los principios de la higiene y la salubridad, que comenzaban a ganar terreno en el ámbito médico. Los hospitales se concebían como espacios destinados a la curación, y su diseño debía favorecer la recuperación de los pacientes. Por ello, se optó por una distribución en pabellones aislados, conectados por galerías o pasillos, lo que permitía una mejor ventilación e iluminación natural. Además, esta disposición facilitaba la limpieza y la separación de los pacientes, evitando así la propagación de enfermedades.
Materiales nobles y estilos eclécticos
En cuanto a los materiales empleados, predominaban aquellos considerados nobles, como la piedra, el ladrillo y la madera. Estos elementos no solo conferían durabilidad a las construcciones, sino que también respondían a un ideal de belleza y solidez.
En términos estilísticos, la arquitectura hospitalaria de la época se caracterizaba por un eclecticismo que combinaba elementos de diferentes épocas y estilos arquitectónicos. Si bien predominaba un estilo sobrio y funcional, algunos hospitales presentaban detalles ornamentales que reflejaban el gusto de la época.
El Hospital Bernardino Rivadavia: un caso emblemático
Un ejemplo destacado de esta arquitectura es el Hospital B. Rivadavia, que en 1887 se trasladó a un nuevo edificio en Palermo. Su diseño, con pabellones aislados, patios internos y una distribución funcional, se convirtió en un referente para los hospitales de la época.
NOTA: La construcción, inspirada en los cánones europeos más modernos, se organizó en pabellones de estilo neoclásico, separados por amplios jardines. Esta disposición, que exigía una generosa superficie libre por paciente, se consideraba fundamental para garantizar una recuperación más rápida y segura. El intendente Torcuato de Alvear, quien donó incluso la botica, se encargó de la parquización, embelleciendo aún más el entorno. Contaba con iluminación a gas, suministro de agua corriente y era accesible en carruajes. El Dr. Samuel Molina fue su primer director. El hospital estaba rodeado por un muro de mampostería en tres de sus lados, mientras que en la calle Las Heras se erigía una elegante reja de hierro.
· Destacado: Capilla "Nuestra Señora del Huerto", ubicada dentro del predio del hospital. Fotografía N° 2 (año 1910).
Evolución y desafíos
A lo largo del siglo XX, la arquitectura hospitalaria en Buenos Aires experimentó una constante evolución, adaptándose a los avances de la medicina y a las nuevas necesidades de la sociedad. Sin embargo, los principios básicos establecidos en el siglo XIX, como la importancia de la higiene, la ventilación y la distribución funcional, continuaron siendo fundamentales en el diseño de los hospitales.
Fotografía N° 3: Escalinatas originales del Hospital Rivadavia. (ca. 1930) - Correspondían al ingreso de la Capilla. Fueron demolidas para la circulación vehicular.
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