“El mirador que nos mira”
En la ciudad de Buenos Aires, en el porteño barrio de Chacarita, entre las calles Loyola, Fitz Roy, Bonpland y Aguirre, se halla el renombrado Mirador de Comastri.
La Escuela Técnica Nº 34, Ingeniero Enrique Martín Hermitte, se encuentra en el predio de lo que fuera los jardines de la residencia Comastri.
Para su visita, únicamente por fuera, es importante y se recomienda pedir permiso al rector del establecimiento educativo. No es posible ingresar al edificio ya que forma parte de la administración.
Nos preguntamos: ¿Quién fue Agustín Comastri?
Fue un agricultor italiano llegado a nuestro país por 1865, próspero inmigrante. Sus campos llegaron a tener sesenta cuadras de superficie. Mandó a edificar una bella residencia y realizó sin cesar mejoras en sus predios que beneficiaron a las quintas de los alrededores y su propia tierra de cultivo o destinadas a la ganadería. Sembraba maíz, trigo, alfalfa y había árboles frutales y hortalizas. Otra de sus actividades consistía en la fabricación y venta de ladrillos. Se dedicó por momentos al cultivo de moreras y fue precursor en la cría de gusanos de seda. Sus viñedos fueron de gran importancia. Sin duda su gran obra fue la de proveer agua a la zona a partir de la perforación de un pozo de agua potable. Fue quien donó tierras destinadas a la estación terminal de la vía férrea que recorría la famosa máquina “La Porteña”, en aquellos pavorosos días de la fiebre amarilla, que diezmaba la población de la ciudad. También, es sabido que le han expropiado tierras para la ampliación del Cementerio de Chacarita.
Imaginemos la vieja entrada…
Se llegaba al portón de entrada, hecho de hierro, sencillo, sin arabescos, pero macizo y elegante. Lo sostenían dos pilares de mampostería, cilíndricos, sólidos y muy al estilo de aquellas épocas, ya lejanas. Un enorme pino y varias elevadas palmeras parecen saludar. Y, en seguida, el majestuoso edificio.
La residencia, llamada también “El Mirador”, construida entre 1870 y 1875 por el arquitecto Eugenio Biagini, es de estilo renacentista italiano con una profunda búsqueda del ideal clásico y la influencia de la naturaleza. Es de planta cuadrada y tiene cuatro columnas de metal en su frente para sostener una galería. La residencia posee dos plantas de distintas dimensiones, y en el centro de la parte superior se eleva la torre, coronada por una cúpula adornada con cristales de colores. Posee un balcón de grandes dimensiones y otro más pequeño que pertenece al mirador. En sus balcones se han celebrado importantes fiestas con personalidades de diferente índole. Dicen que la casa familiar se convirtió en un centro político y social por donde pasaron destacadas personalidades de la época, como los presidentes Nicolas Avellaneda, Carlos Pellegrini y Bartolomé Mitre entre otros. Episodios de nuestra historia han ocurrido allí, merece mención el del político Hipólito Yrigoyen quien tuvo su escondite en la residencia mientras fraguaba el movimiento cívico en 1893.
Estaba equipada con novedades para el lugar como un gran reloj, luz de gas en el mirador, un sótano con un túnel que se cree llegaba al arroyo Maldonado (hoy Av. J.B. Justo), un pararrayos, mobiliario de gran calidad, techos decorados, piano, etc.
Para poder llegar al mirador, se debe trepar una escalera caracol, con soportes que tiene forma de piña ferrosa. Por fin se llega a lo alto; no es mucho para hoy; quizás estamos a nivel de un armazón de cinco pisos, pero ¿Qué significaba esa altura en el año que se construyó? En una finca tan grande, era habitual tener un mirador para poder observar desde arriba todo el terreno. Imaginemos que fue el edificio más alto de la zona, lugar donde solo había ranchos y alguna que otra casita humilde, de única planta. Desde su mirador era posible ver deslizarse las aguas mansas del arroyo Maldonado y el paso triste de “La Porteña”, transportando cadáveres rumbo al hoy Parque los Andes para ser enterrados.
En el amplio jardín se destacan especies vegetales importantes: jazmines, ceibos, caquis, olivos, magnolias y palmeras añosas de un metro de diámetro y gran altura. Hay otros detalles singulares: una pieza escultórica que representa a “La Madre” y un mástil.
Gracias a la iniciativa y movilización de los vecinos se ha logrado su recuperación que continúa en proceso.
Así leemos:
“La zona iba desde la parte más alta hasta la costa del arroyo Maldonado. Allí había 48 manzanas cultivadas con alfalfa, con riego artificial. En el resto del terreno había plantíos frutales y magníficos viñedos. En el centro, la casa principal, con habitaciones y bodega, a un costado, los talleres de herrería y carpintería, al otro los establos y en extremo SO, las norias a vapor. Convergían a la casa cuatro caminos defendidos por impenetrables cercos de cina-cina. En cada camino se veía una ‘tranquera de pescante’. Ayudan a Comastri sus siete hijos argentinos. El viñedo moscatel ocupa cinco cuadras y los perales han rendido 2000 canastas de peras”.
“El mirador que nos mira”
Observa desde 1875 el desarrollo del barrio y el movimiento de sus vecinos.
Bárbara Bossi
Bibliografía:
La antigua Chacarita de los colegiales. Cuaderno número 5 - Secretaría de Cultura ciudad.
La Chacarita de los Colegiales - Diego A. del Pino.
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